Por la
Ribagorza oriental
Los pueblicos y sus gentes
miran impertérritos a estos urbanitas que,
apresuradamente, se dirigen hacia un lugar determinado
desconociendo el resto por donde pasan
Escribía estas líneas José Antonio Labordeta en su ‘Aragón en la mochila’ en 1983. Y pasado el tiempo todavía son muchos los que atraviesan estas tierras hacia las altas montañas, sin reparar en la belleza de los pueblos y paisajes del camino. Lugares cargados de historia y de esperanza. Lugares de gran belleza geográfica, artística y gastronómica que merecen un alto en el camino. Capitales emblemáticas como Graus y Barbastro que nos adentran en un país de monasterios, tradiciones y lucha. Un país lleno de lugares hermosos y sencillos, escasamente mancillados por turistas y que guardan en su entraña y en sus gentes, una calidad humana y paisajista comparable a la de cualquier rincón de nuestra tierra, o quizá mejor.
Tras visitar Barbastro y el Somontano, llegamos a Graus para, desde aquí, adentramos en la Ribagorza Oriental realizando el mismo trayecto que hizo José Antonio Labordeta. Un viaje de cinco etapas que podemos hacer en una jornada en los días largos. O en varias, si queremos visitar con más tranquilidad las bellezas con las que nos encontramos y hablar con sus gentes, escucharles en su idioma, en su acento. Olvena, Roda de Isábena, Obarra, Montañana. Sólo estos nombres ya merecen un evocador paseo. Enmudecer con la visión de la Peña Montañesa o El Turbón. Descubrir secretos y tesoros como los que guarda la Colomina.
Atravesar puentes milenarios como el de Capella. Seguir el curso de ríos míticos aragoneses como el Cinca, el Ésera, el Isábena, o el Noguera Ribagorzana cuyas aguas nos servirán de guía. Viajamos por las confusas y anegadas lindes de Aragón y Cataluña.
Recorrer La Ribagorza es pasar por un pequeño país lleno de vida y esperanzas, que descubrimos con el espíritu de Labordeta.
José Antonio Labordeta en el pirineo